A propósito del 1er Encuentro de Contracultura en La Paz B.C.S.
Ésto es lo que leí en mi participación.
El término Contracultura abre un sinfín de suspicacias, y suele poner incomodas a muchas personas, sobre todo a las que trabajan del lado del sistema, debido a la naturaleza de ir en contra de la cultura institucional es soslayada a la menor oportunidad. A los voceros del poder se les ponen los pelos de punta cuando se menciona que algo es contracultural y de inmediato suelen detractarlo. Y es que la contracultura no existiría sin detractores, es una situación que en lo personal me ha tocado vivir en bastantes ocasiones; la contracultura ha muerto, la contracultura nunca existió, la contracultura es solo marketing, es el juego de unos cuantos desadaptados que tarde o temprano se les pasará, dicen; éstas voces alienadas ya sea por costumbre, comodidad o conveniencia, son las que abundan en las esferas de poder. Este sistema, y al referirme al sistema me refiero al gran capital, a la academia y al gobierno, es el que la ha querido convertir en un fetiche, la ha encasillado como en una cosa pasajera, en algo que pasó hace muchos años y ya no volverá, y a que quienes la ejercen, como elementos enfermos y nocivos para la sociedad ya que no son productivos al mainstream, incluso me he topado con opiniones de personas que están a cargo de dependencias culturales del gobierno, que su concepto de contracultura es “el desmadre y el performance de pelados”, que si no se hace eso entonces no es contracultura y que es muy pretencioso ponerle encuentro de contracultura a un evento como éste. La idea de que solo la cultura oficial es la que tiene un valor real para la sociedad predomina en esta burocracia, esa cultura cuyas políticas se confeccionan desde el escritorio y que presume de tomar las mejores decisiones sobre lo que una sociedad requiere para su bienestar, ¡Welcome to burocracia cultural!
Así, ante el avasallador avance del mercado que no deja nada fuera de su alcance, la contra se ha visto forzada a estar en constante movimiento, buscando nuevas formas de recrearse y de recrear la cultura institucional, el valor que ella tiene para darle vida a las disciplinas artísticas es sólo un ejemplo de lo necesaria que ésta es; leí un artículo en la revista Generación no. 79 escrito por Avelina Lésper sobre el arte contemporáneo en NY y encontré con sorpresa que ahora la contra consiste en hacer arte hiperrealista ya que ante la invasión de artistas “contemporáneos” y “conceptuales” que hacen instalaciones con una taza de baño – por dar un ejemplo, y lo exponen como anunciando la verdad absoluta del arte - han llenado los espacios de exhibición y han agotando la fórmula de las instalaciones como el arte contestatario y que representó la punta en la carrera de las artes visuales hace unos años y que ahora ha sido absorbido por el arte corporativo y mercantil, debido a esto, las galerías de arte se han abocado a exhibir este tipo de obras cancelando espacios para quienes pintan y dibujan con otra formas de ver el mundo, ante esto han surgido como una respuesta, ya que la contracultura siempre inicia como una respuesta o reacción, una serie de galerías que exponen arte hiperrealista, toda una escena underground que se contrapone a los valores del arte contemporáneo y que trata de sacar esa idea del arte como sólo un placebo que tanto han apoyado las instituciones oficiales. Así es que el arte hiperrealista que no es nuevo pero que se ha reinventado, ha surgido de una esencia contracultural al oponerse al status quo que predomina en la escena de NY, demostrar que se es un virtuoso con el pincel o el lápiz y no conformarse con los rayones del arte oficial es ahora ser revolucionario, las instalaciones como arte ya fueron absorbidas por el sistema y han perdido el encanto que alguna vez las hizo vanguardia.
Los grandes consorcios comerciales han penetrado en todas las esferas y vivimos una dictadura del mercado, no hay cabida para la discordancia de ideas, ¡todos al pensamiento único sin rechistar!, la libertad consiste en el zapping o entre elegir si compras coca cola o pepsi. Cuando el sistema no puede hacer callar a sus críticos los compra o los desaparece, así han pasado ante nuestros ojos centenares de rebeldes que de la noche a la mañana se han “calmado” y ya no ejercen su crítica contra el estado de cosas, por eso todo lo que huela a ser diferente incomoda, y si no logra desaparecerlo lo convierte en una mercancía mas que se puede vender. Carlos Martínez Rentería es muy puntual al señalar que La contracultura es más que una expresión de la vida cotidiana, en la actitud rebelde que de ella emana se provoca la ruptura y se crea la vanguardia en los movimientos sociales-culturales, va mas allá de la dinámica del poder donde todo es jerarquerizado de manera vertical y donde todo tiene ticket de venta, por eso provoca la aparición de espacios donde las personas son más libres para crear desde “la basura” una obra con una propuesta contraria a la que se nos impone en la sociedad del consumo, con la contra se busca provocar, agredir, molestar, mover la superficie para mostrar que hay algo que no está bien y que no se tiene la menor intención de aceptarlo. Hay miles de personas en resistencia buscando otras formas de estar y repensar el mundo, que son muy diferentes a las que nos imponen desde arriba. Ahí es donde está la contracultura, invisible para muchos y tangible para otros.
Ubicar a la contracultura sólo en las décadas de los 60’s y 70’s es el esquema que se tiene que romper, de lo que se hizo en esos días ya han escrito y hablado mucho, aquellos movimientos lograron reinventar la cultura que les era impuesta y cambiaron en gran medida la forma de ver el mundo, los movimientos Hippie y Beat se desarrollaron cuando el aparato de guerra imperial era el que imponía las reglas en el planeta, pero desde principios de los 70’s es el mercado neoliberal, apoyado por esa maquinaria de guerra, el que asfixia la posibilidad de realización de millones de personas, en un mundo donde sólo unos pocos tienen la pelota y los demás no tenemos ni siquiera una entrada a las gradas de este estadio. Por eso la contracultura ahora es más que necesaria, sirve como una forma oblicua o indirecta de denuncia, dice José Agustín; En esencia la contracultura representa el estado de profunda insatisfacción ante el mundo que vivimos, y esto provoca una fuerte tendencia a que se le reprima, es la vía de escape y cito nuevamente a José Agustín; (…) permite que una enorme cantidad de jóvenes, sujetos a la camisa de fuerza del sistema, encuentren formas, aunque sean superficiales y no lo suficientemente profundas, de manifestarse, para tratar de ser un poco mas ellos mismos. La contracultura es un respiradero de la sociedad que permite equilibrar un poco su desenvolvimiento.
En la actualidad la contracultura se encuentra dividida en muchas formas de ver el mundo y no sólo en la visión que el sistema, a través de sus medios masivos, ha homogeneizado. Es desde la contra donde se están impulsando nuevas maneras de organización, convivencia y de solidaridad, que nada o poco tienen que ver con la solidaridad del mercado global. Estas presencias marginales señalan las carencias y necesidades de una gran cantidad de personas que no encuentran en la cultura impuesta un espacio para ser ellos mismos. Esto no quiere decir que sus métodos o propuestas sean mejores o los más acertados, sino que cumplen la función de llenar un vacío que las instituciones públicas se muestran incapaces de llenar, estas muestras de resistencia, hechas en una amplia diversidad de formatos y con una amplia variedad de contenidos, que a veces se hacen hasta inconscientemente, buscan cambiar las tendencias que perjudican a una gran parte de la población y benefician a una minoría que trata desde los espacios del poder, controlarlo todo.
El humor nos hará libres.
¿Y el futuro? Es eso que viene detrás de nosotros.
Rafa Saveedra